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Oficinas en 2050: siete claves

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Hace cuatro años escribía “La oficina-¡quién la ha visto y quién la ve!” y hoy retomo el tema porque el coronavirus ha impactado de lleno en nuestra forma de trabajar y tendrá consecuencias sobre estos espacios físicos. Por eso me parece interesante el ejercicio de imaginar las oficinas en 2050.

A muchos la pandemia les ha abierto los ojos respecto a la oficina virtualizada como la nueva normalidad. Ante el predicamento que está cobrando el teletrabajo se habla ya de un empleado más líquido y un modelo híbrido que combinará el trabajo en casa y en los edificios corporativos.

Las oficinas posCOVID-19

Quienes han vuelto a ellos se están encontrando con medidas preventivas de higiene y para asegurar la distancia interpersonal necesaria. Ha proliferado la tecnología para el control de temperatura antes de acceder a los edificios. También las soluciones contactless y biométricas para evitar el contacto con objetos y acceder a los espacios, entre otras.

En las nuevas oficinas su capacidad se ha reducido casi a la mitad, hay una vuelta a los puestos fijos y se imponen las jornadas continuas para una menor exposición. Los espacios comunes permanecen cerrados o con uso limitado y los ascensores no prestan servicio.

Las oficinas tardarán en volver a ser como antes (o quizá ya nunca lo sean). Sin embargo, algunas encuestas recientes recogen que hay un porcentaje de trabajadores que quieren volver a ellas. No a tiempo completo, pero sí para relacionarse y sentir que forma parte de un grupo y un proyecto. Y es que la crisis ha hecho que algunos extrañen esa sensación -sobre todo quienes nunca antes habían teletrabajado.

Con este post me gustaría mirar al bosque, más allá de las hojas, e imaginarme las oficinas en 2050. Aunque pocos dudan de que aún existirán, los cambios tecnológicos, económicos y culturales provocarán su transformación radical. Es muy probable que se consoliden como un lugar de conexiones enriquecedoras.

Algunas pinceladas sobre los espacios de trabajo en 2050

Las próximas décadas nos traerán enormes retos y nos harán cambiar esquemas mentales en lo que a tareas, capacidades y lugares de trabajo se refiere. Aún nos cuesta imaginar qué valorarán jefes y clientes, qué herramientas será preciso dominar e incluso qué aspecto tendrán las oficinas en 2050.

Aunque ni los más visionarios se atreven aún a dibujar el panorama, algunos aspectos ya parecen claros.

La oficina ampliará su función y podrá reconfigurarse

Ya no será tan necesario acudir a ella para realizar trabajos operativos. Las oficinas en 2050 se convertirán en un espacio de apoyo. Junto a otros espacios virtuales, contribuirán a hacer mejor ese trabajo individual que ya se puede desempeñar perfectamente desde casa. Ya no serán esos espacios de trabajo donde uno va a desempeñar su trabajo, tras fichar.

Eso implicará que, lejos de la estandarización actual, las oficinas en 2050 pasarán a ser reconfigurables y adaptables. Será posible mediante el juego de mamparas, muebles móviles, salas multiusos o paredes modulares.

El reto, encontrar términos medios que no hagan que cada actividad tenga que comenzar con una sesión de bricolaje.

“Conversaremos” con la oficina, que reconocerá a los trabajadores y se adaptará a sus preferencias

Igual que ocurre ya con el salpicadero del coche, será posible adaptar los escritorios a los distintos gustos decorativos y de luz o temperatura, con ayuda del smartphone. Este dispositivo también servirá para programar a nuestro gusto o conveniencia reservas de plazas de aparcamiento, autorizaciones de acceso para visitas o incluso el menú semanal.

En este caso el reto será combinar inteligencia y tecnología con calidez y humanismo, sin dejar ocupado el parking durante las vacaciones ni acabar comiendo lo mismo todos los lunes del año.

Tecnología envolvente y más humana en las oficinas en 2050

Habrá tecnología hasta en el váter

La tecnología será omnipresente para dar la bienvenida a una nueva generación de trabajadores que ya son nativos digitales. Las herramientas serán más intuitivas, las reuniones virtuales casi reales y triunfarán las aplicaciones que nos conectarán de modo más natural, como las de control por voz o traducción en tiempo real.

Las ventanas inteligentes controlarán niveles de luz y calor. También se convertirán en pizarras interactivas cuando sea necesario y no habrá que llamar para dar parte de averías en el ascensor o grifos que gotean en el baño.

El reto aquí será combinar capacidades con eficiencia y dejar espacio para “el plan B analógico” cuando la situación lo requiera.

Primarán la sostenibilidad y el bienestar

Habrá que reconsiderar no solo la huella de carbono y el gasto energético de los edificios, sino también su funcionalidad y los materiales que se emplean en su construcción.   

El reto será impedir que nos quiten la silla en aras de estilos de vida menos sedentarios.

El ágora será el centro neurálgico

Será necesario que los trabajadores cultiven sus capacidades sociales. Las oficinas en 2050 deberán incorporar espacios especialmente pensados para el debate, puesta en común de ideas y presentación de resultados de experiencias realizadas. Si algoritmos y robots se encargarán de los trabajos repetitivos, las personas deberán aportaren valor añadido y centrarse en la innovación y  la resolución de problemas complejos

El reto será establecer límites para que debatir, opinar y confrontar no supongan que se vaya el día entero divagando.

Habrá que conjugar trazabilidad y privacidad

En esta búsqueda de oficinas inteligentes, la privacidad podría verse resentida. Pensemos que serán habituales los tornos basados en parámetros biométricos, los sensores que lo rastrearán todo y las aplicaciones de disponibilidad, que serán fundamentales para saber qué están haciendo nuestros colegas.

El reto es hacerlo bien y que las ventajas superen a la incomodidad de hacer visible nuestra ubicación y casi todos nuestros movimientos.

Las oficinas en 2050, para unos pocos

No serán para todos

Parece que las oficinas en 2050 no serán para todos. El incremento del trabajo freelance probablemente hará que disminuya el número de trabajadores que deba acudir a estos espacios de trabajo. De hecho, hay quien advierte de que, a medida que la inteligencia artificial y los algoritmos mejoren, tampoco las pisarán quienes no sean capaces de aportar un valor diferencial.

El reto a este respecto es no dejar a nadie atrás.

Obviamente no tengo una bola de cristal, pero estoy segura de que los trabajadores de 2050 mirarán nuestras “modernas oficinas de 2020” con los mismos ojos con los que nosotros vemos hoy en las películas esos despachos hasta arriba de papeles y archivos y esas mesas ocupadas por gigantescas máquinas de escribir, en los que la gente incluso fumaba.

Imagen: eltpics

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