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El teletrabajo, un desafío para las instituciones públicas

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La llegada del coronavirus y del estado de alarma ha impuesto una alternativa laboral hasta ahora poco frecuente en España y que, sin embargo, las nuevas tecnologías permiten de forma eficiente: el teletrabajo.

Hasta hace poco este concepto se asociaba a la conciliación. La posibilidad de quedarse en casa trabajando se relacionaba, por ejemplo, con la necesidad de hacerlo para estar pendiente de un menor enfermo y casos similares.

No es una fórmula nueva

Pero el teletrabajo, que cobrará predicamento tras esta crisis, representa una realidad mucho más amplia, cuyos beneficios para todas las partes ya habían descubierto algunas organizaciones en España antes de la pandemia. De hecho, uno de mis mejores amigos lleva trabajando de forma remota desde 2011 y no es un caso aislado. Trabaja en un importante fabricante de equipos WiFi y es uno de los mejores ingenieros de soporte del mundo. En la actualidad muchos puestos de distintas multinacionales europeas incorporan la facilidad de trabajar desde casa la mayoría de los días.

Por otro lado, están los trabajos cuyo desempeño requiere el desplazamiento de forma continua como comerciales, preventas, técnicos de provisión y soporte y un sinfín más de funciones que necesitan visitar a clientes y/o proveedores. Todos ellos deben disponer de las herramientas para poder conectarse remotamente y de forma segura a los sistemas de la empresa a través de portátiles, tabletas o smartphones.

Barreras al teletrabajo en los ayuntamientos

Pensemos ahora en instituciones públicas como los ayuntamientos. En este caso la dinámica establecida es completamente distinta. Salvo en la parte directiva, la mayoría de los puestos o bien están organizados alrededor de la atención personal o se caracterizan por un puesto fijo que no requiere movilidad. En esta tesitura, la mayoría de las instituciones públicas no han actualizado sus equipos informáticos y disponen de terminales fijos. No olvidemos que un PC es mucho más barato que un portátil o un terminal del tipo Surface.

A esta situación se suman otros factores que actúan como barreras en muchas ocasiones. Entre ellos, el aspecto generacional y cultural. Los ayuntamientos, tal y como los conocemos, se desarrollaron en los años 80 y 90 y ha habido poca renovación. Estamos hablando, por tanto, de plantillas con una media de edad elevada, que en muchos casos no está adaptada a los nuevas tecnologías. En el día a día los puestos requieren conocimientos informáticos básicos y existen pocos incentivos para la adquisición de habilidades digitales. Otras instituciones públicas padecen estas mismas circunstancias.

Distintos puntos de partida y maneras de implantar el teletrabajo

En el nuevo entorno del estado de alarma y el confinamiento consecuente, no todas las organizaciones se encuentran, así, en el mismo punto de partida. Mientras que muchas empresas están dotadas de los medios y la cultura digital necesaria para implantar el trabajo remoto, otras compañías e instituciones están lejos de estas capacidades.

Redes Privadas Virtuales (VPN)

El teletrabajo puede implantarse de formas diversas. Repasemos las principales opciones. La primera de ellas y más común es la basada en conexiones remotas seguras, comúnmente denominadas VPN (Redes Privadas Virtuales). Sus características son:

  • El empleado dispone de un portátil que le permite movilidad para trabajar. No sufre proceso de adaptación dado que utiliza el mismo terminal que en la oficina.
  • La organización dispone de una infraestructura de conexión remota. Las dos tecnologías más implantadas son los túneles IPSEC o las conexiones SSL. En ambos casos, a través de Internet se crea una conexión privada entre el usuario y la empresa en la que el tráfico está encriptado y permite el acceso de forma segura a los sistemas informáticos de la organización. Cuando se use una línea de Internet dedicada para el tráfico VPN, ésta debe ser adecuada para escenarios de uso masivo como el de estos días.
  • Años atrás esta infraestructura utilizaba routers dedicados de forma específica a agregar los túneles. Con el tiempo, esta funcionalidad ha ido evolucionando hasta integrarse mayoritariamente en firewalls, que aportan distintos mecanismos de seguridad y un hardware específico para estas tareas. Pero debe estar dimensionada correctamente sobre todo ante situaciones excepcionales, ya que un número masivo de túneles podría afectar al rendimiento y ralentizar a todos los usuarios. No olvidemos que muchos de estos sistemas se han dimensionado para escenarios de teletrabajo con un número de usuarios concurrentes reducido. De hecho, me consta que muchas empresas están solicitando en estos días refuerzos de estas redes para garantizar la disponibilidad de la infraestructura.

Escritorios virtuales (VDI)

Otra tecnología es la de los escritorios virtuales o VDI (Virtual Desktop Infrastructure), creada en los años 90. Permite ofrecer al usuario un escritorio separado de su máquina física. Estas sesiones se alojan en servidores centrales y permiten definir las aplicaciones que los usuarios pueden usar en su trabajo, lo que ofrece un mayor control. Esta solución software gestionada de forma centralizada ofrece ventajas como:

  • Aumento de la seguridad de los escritorios y disminución de los costes de soporte.
  • Mejora de la seguridad de los datos al almacenarlos de forma centralizada y no en los PCs de usuario.
  • Facilidad para el despliegue de nuevas aplicaciones y de la actualización de los equipos.
  • A las tres anteriores ventajas hay que sumar la mejora de la continuidad del negocio y la flexibilidad. El escritorio virtual puede arrancarse en cualquier PC o portátil con unos mínimos requisitos. Esto la convierte en la tecnología idónea para situaciones como la actual, ya que los empleados pueden, desde sus equipos de casa y su línea de Internet, acceder a su escritorio virtual y desempeñar su trabajo habitual.

Se trata de una tecnología consolidada que, con el desarrollo de las soluciones en la nube, ha mejorado sus prestaciones y modalidades.

Pero no olvidemos que cualquiera de estas alternativas requiere de un proceso de preparación previo por parte de las organizaciones para que, llegado el momento, sea posible su despliegue efectivo entre los empleados.

A las administraciones públicas aún les queda un amplio camino por recorrer, pero ello no significa que sean ajenas a este modelo, como explicaba una compañera, y de ahora en adelante deberán serlo aún menos.

Imagen: RV1864

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