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Nadie es ajeno al debate sobre el cambio climático ni a los malos augurios que parecen desprenderse de determinadas actuaciones y las predicciones correspondientes. Si damos credibilidad al periodista británico Hamish McRae, considerado uno de los más destacados futuristas del mundo, dentro de treinta años seguirá habiendo una lucha encarnizada contra el deterioro ambiental. La sostenibilidad es una urgencia.
Recientemente pude escuchar en Espacio Fundación Telefónica a Emilio Ontiveros en la presentación de su último libro (“Excesos. Amenazas a la prosperidad global”). Afirma que “la destrucción del planeta ilustra los excesos del sistema” y que “el cambio climático es uno de los más explícitos y documentados riesgos para la estabilidad y prosperidad global. Durante estas tres últimas décadas las evidencias han llevado a una situación de emergencia. Afrontarla no es cosa del futuro, sino una necesidad del presente”.
La sostenibilidad es una de las palabras del momento, hay un Pacto verde europeo en marcha.
El impacto del cambio climático en la toma de decisiones
Las inquietudes medioambientales han pasado a un lugar preferente en la mente de todos los ciudadanos, que exigen la adopción de políticas que faciliten la transformación de los modelos de negocio hacia formas más eficientes en la utilización de los recursos y la implementación de una economía circular. El lema de la Cumbre mundial del clima que se celebró a finales del año pasado en Madrid: “Tiempo de actuar”, así lo refleja. En la clausura del encuentro se hizo referencia al impacto sobre el clima de los actores no gubernamentales y se les invitaba a incrementar las acciones socialmente responsables y generalizar sus estrategias de sostenibilidad.
De la misma forma, McKinsey, en su informe “Riesgo climático y respuesta: peligro físico e impacto socioeconómico” de enero de este año, apunta que el riesgo del cambio climático ya está presente y en aumento y que su impacto afecta tanto a la vida humana como a los factores de producción en los que se basa nuestra actividad económica. En este escenario las consecuencias no serán probablemente lineales, sino que tendrán efectos en cadena.
Aunque en los últimos tiempos las empresas y las comunidades se han estado adaptando para reducir su huella ambiental, es necesario que el ritmo y la escala de adaptación aumenten. Para ello los responsables tendrán que establecer las herramientas, los análisis, los procesos y las medidas adecuadas para minimizar los riesgos futuros. El cambio climático se está convirtiendo cada vez más, como explicará próximamente una compañera, en un factor fundamental en la toma de decisiones.
De la rentabilidad a cuidar de todos los stakeholders
Las empresas deberán pasar del principio de maximización de la rentabilidad de sus accionistas (doctrina Friedman) a la necesidad de cuidar de todos los stakeholders. Es una tendencia al alza este año.
En este horizonte se podrán implementar diferentes medidas, como una fiscalidad especial, una financiación específica para potenciar la inversión responsable, etc. Recientemente veíamos el ejemplo de Blackrock, el mayor fondo de inversión del mundo, que endurecía su criterio inversor en cuanto a las exigencias de transparencia medioambiental que deben cumplir las empresas. En España solo un tercio de las que componen el Ibex 35 -Telefónica entre ellas- cumple explícitamente con los requisitos de esta gestora. Éstas listan los riesgos y oportunidades en un contexto de cambio climático bajo las directrices de la Task Force on Climate-related Disclosures (TCFD), así como el desarrollo de su estrategia frente a esa situación.
Compromiso con los ODS
Las compañías deben abogar por cambiar su objetivo desde el cortoplacismo al largo plazo y enfocarse en la importancia de promover la equidad y la sostenibilidad, lejos de la mera oferta de productos y servicios. Este cambio de tendencia, que ahora debe ser llevado a la práctica, es manifiesto. De hecho, recientemente ejecutivos de 181 empresas multinacionales de Estados Unidos han firmado un comunicado en este sentido. Las empresas que no entiendan el nuevo contrato social desaparecerán. No debemos olvidar que el pacto mundial de la ONU pide a las empresas que adopten, apoyen y promulguen un conjunto de valores fundamentales dentro de su esfera de influencia para facilitar la obtención de los objetivos de desarrollo sostenible, sin olvidar su rentabilidad.
La digitalización como palanca clave para descarbonizar la economía
Recientemente el comisario de Mercado interior de la Unión Europea (UE), Thierry Breton, en la Comisión de Medioambiente del Parlamento Europeo manifestaba su deseo de impulsar reformas “verdes” en el sector tecnológico, con el objetivo de reducir las emisiones de CO2 y trabajar en modelos tecnológicos neutros en carbono. En esta línea, la Comisión Europea prepara su estrategia digital, con la que aspira, entre otras cosas, a que la UE cuente con centros de datos neutros en carbono en 2025. Es relevante porque para esa fecha el número de compañías que utilizará inteligencia artificial será el triple que actualmente.
Telefónica, ejemplo de desarrollo sostenible
Telefónica es un ejemplo de sostenibilidad, como refleja su política activa en esta materia. Cerraba 2019 anunciando que será neutra en CO2 en 2050 y a comienzos de este año era reconocida como líder mundial por su acción contra el cambio climático. Ha emitido también el primer bono verde del sector por importe de 500 millones de euros.
Pero para la compañía no se trata de una moda ni un escenario novedoso. Hace ya más de una década que se creó en el Grupo la Oficina de Cambio Climático y cuenta ya con la red de telecomunicaciones más verde del mercado gracias a la migración del cobre a la fibra óptica, entre otras acciones.
Imagen: Henry Burrows
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