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Podría decirse que hasta ahora los edificios han sido auténticos “vampiros energéticos”. Si tenemos en cuenta que pasamos más del 90 por ciento de nuestras vidas entre cuatro paredes la gestión energética de los edificios debería preocuparnos mucho, así como el confort y salubridad de nuestros inmuebles.
El sector inmobiliario ante la transición energética
Cada vez es más evidente que el sector inmobiliario es clave para la transición energética, aquella que nos debe llevar a una economía baja en carbono. En este sentido, se apunta que los edificios deben asumir estos tres aspectos:
- Descarbonización, mediante el control de la demanda energética, la reducción del consumo y el uso de renovables junto a la electromovilidad.
- Descentralización, entendida como la generación eléctrica in situ así como el almacenamiento energético.
- Digitalización, que debe permitir el control y la automatización. Aquí son claves las tecnologías IoT, cada vez más presentes y con economías de escala impensables hace solo unos años.
Estas metas no solo suponen un reto para las nuevas construcciones, sino que implican la actualización de las edificaciones actuales para mitigar el cambio climático y adaptarse también a él, que es algo que suele pasarse por alto. Dejamos atrás un entorno tradicionalmente estático frente a otro dinámico, en el que los inmuebles deben integrarse en su entorno.
Una transformación en marcha y sus objetivos
Incluso en el sector inmobiliario, como en el mundo TIC, se empieza a utilizar el concepto de servicio. Los inquilinos se están transformando en clientes que demandan un confort y una calidad determinados en el espacio que habitan. En este sentido podemos definir una serie de objetivos respecto a los ejes principales:
Personas
- Incremento de la la satisfacción de los usuarios de los edificios, visitantes y trabajadores.
- Consecución de edificios más confortables y saludables.
- Fomento de la interacción entre los usuarios y el edificio.
Eficiencia
- Logro de ahorros e impacto ambiental positivo, con una mejora del confort de los ocupantes y reducción de los tiempos de gestión.
- Dimensionamiento correcto de los espacios
Sostenibilidad
- Minimización del consumo de agua, gas y electricidad.
- Incorporación de fuentes de energía renovables.
- Objetivo para 2050 de la completa descarbonización de la edificación.
Seguridad
- Protección de las personas e infraestructuras de los edificios
- Optimización y simplificación de los procesos
Tecnología para una gestión centralizada inteligente de todos los sistemas
Todo ello sin olvidar plataformas transversales a estos ejes que, gracias a la inteligencia artificial, permiten realizar una gestión centralizada de todos los sistemas, obtener una analítica integrada para optimizar el uso de las infraestructuras y predecir patrones de comportamiento y uso de la edificación.
Hacia edificios de energía casi nula, cero energía y energía positiva
Este conjunto de principios aplican tanto a la edificación residencial como a la terciaria. De hecho, vemos que muchas de las nuevas sedes corporativas incluyen ya desde su diseño inicial los requisitos necesarios para ser considerados Edificios de Energía Casi Nula (EECN).
Técnicamente esto implica no superar unos umbrales determinados en la demanda de refrigeración y calefacción, así como en energía primaria consumida y estanqueidad del inmueble.
Pero ¿ cómo se consiguen estos requisitos tan estrictos? Para lograrlo hay varios principios básicos: aislamientos cada vez mejores, ausencia de puentes térmicos, hermeticidad, ventilación mecánica con recuperación de calor, ventanas de altas prestaciones y uso de las nuevas tecnologías. Este último punto es fundamental para asegurar que los EECN no lo son solo sobre el papel, sino que en su uso diario cumplen o mejoran los criterios exigidos mediante la medición en tiempo real de todos los parámetros de consumo y confort.
Nuevos modelos de relación y negocio
Es más, ¿por qué limitarnos a edificios EECN? ¿Por qué no hablar de Zero Energy Buildings (ZEB) o incluso Positive Energy Districts (PED). Dado el gran margen de mejora que hay en la gestión energética de los edificios, actualmente ya existen proyectos reales en los que se está sometiendo a prueba un nuevo reto: edificios que no solo absorben de la red eléctrica, sino que inyectan su energía sobrante en ella, con un coste óptimo. Este intercambio de energía en las ciudades representa un reto técnico y, sobre todo, de nuevos modelos de relación y negocio. Supone el paso de un esquema de consumidores a otro de proconsumidores.
Siempre habrá edificios que necesiten energía extra pero, en la suma total, hay muchos excedentes. Sirva de ejemplo toda la energía solar que se puede producir en los entornos residenciales a mediodía, justo cuando sus habitantes están fuera de sus hogares, muchas veces en oficinas o inmuebles terciarios. Estos excedentes pueden usarse para recargar vehículos eléctricos o para intercambio entre inmuebles.
Ese intercambio energético será fundamental, sin olvidar por supuesto que, como en las TIC, el inquilino- ¡perdón, el cliente!- está en el centro y demandará el mejor servicio posible.
Imagen: Héctor Milla
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