Ser experto en ciberseguridad o científico de datos es un valor al alza en este momento pero son las habilidades blandas las que más nos van a ayudar, junto a las herramientas digitales, a adaptarnos al nuevo entorno. La empatía digital es cada día más necesaria.
Es evidente que el mundo está cambiando y también la manera de hacer las cosas. Las reglas y el código de conducta son otros y eso requiere desarrollar unas competencias ad hoc.
El panorama laboral emergente es un modelo híbrido, con equipos distribuidos en el espacio y en el tiempo. Las ventajas son muchas pero también los retos. El de la empatía digital es quizá el mayor de ellos.
Relaciones virtuales efectivas y afectivas
Pero que la empatía sea una asignatura pendiente no es culpa de la tecnología, sino de un mal uso de ella. La buena noticia es que se entrena y se pueden conseguir relaciones virtuales efectivas y afectivas.
Si en el primero de sus libros Virginia Cabrera nos animaba a aprender a disfrutar teletrabajando, ahora con “Colaboración y empatía digital” la tarea que nos pone pasa por adquirir unos “correctos modales digitales” y saber manejar el “lenguaje digital no verbal”.
Experta en mentalidad tecnoemocional, que es un concepto acuñado por ella, es una firme convencida de que es la actitud con la que nos acercamos a las herramientas la que permite que nos conduzcan al éxito o no.
De nuestra mentalidad va a depender que lo digital sirva para facilitar las cosas y nos sintamos cerca sin necesidad de estar presentes o, por el contrario, lo vivamos como un medio hostil, generador de distancia, malentendidos, frustración y ansiedad.
Conectar en sentido amplio
El nuevo entorno ya ha demostrado que es operativo y da la talla en productividad. Pero ahora es necesario que seamos capaces de conectar en él en el sentido amplio de la palabra: de colaborar, motivar, construir confianza, establecer relaciones digitales relevantes…
Es preciso que consigamos transmitir también lo que sentimos o queremos hacer sentir a través de una pantalla y que escuchemos y entendamos a los demás por esta vía. Debemos ser capaces de anticipar y evitar un conflicto, llevar a cabo un reconocimiento, hacernos cargo de la delicada situación que vive alguien… La pantalla como ventana o como muro: he ahí la cuestión.
Además de eficiencia, tenemos que esforzarnos por conseguir una mejor experiencia. Se trata de cuidar también el trabajo en equipo en remoto, el liderazgo virtual , la cultura corporativa y el bienestar, todo lo cual repercutirá en los resultados.
Capacidades y microhábitos para ponerse «en los píxeles del otro»
“Colaboración y empatía digital. 23 microhábitos para una interacción profesional efectiva y afectiva a través de la pantalla” nos da las claves para extraer todo nuestro potencial y el del mundo digital. No se trata de despojarnos de nuestra humanidad en él, sino de “aprender a poner un pedacito de nuestra alma en los correos electrónicos, whatsApps y videollamadas”, afirma la autora.
En la primera parte del libro se pasa revista a cuáles son esas capacidades necesarias para trabajar en remoto y en la segunda se explica cómo desarrollarlas con pequeños pasos cada día.
Pasos sencillos que es posible incorporar sin apenas esfuerzo como aprender a mirar a los ojos por videoconferencia, contestar en tiempo y forma y controlar nuestra ansiedad ante la falta de respuesta, elegir el mejor canal para cada comunicación, transmitir más emoción o crear confianza y comunidad.
Se trata, en definitiva, de una lectura imprescindible para ponernos “en los píxeles del otro”.
Imagen: Scott Swigart
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